Las Heras: secuelas de una intervención

Autores:

Proyecto Gestión Educativa - FLACSO Argentina

Año

2020

Desde la bici, las copas de los árboles se aproximan. Mientras la parafernalia preventiva se hace automática, la calle se abre a la atención cada vez.

Hace siete meses que no nos vemos. El contacto casi intempestivo y leve de los codos me resulta una torpe coreografía.Graciosa, amable.

Rollos de papel, afiches de fotos intervenidas, cepillos desparramados en la vereda. Algunos transeúntes espían detrás de rostros enfundados. Pasa un cartonero con su carro, nos cruzamos sonrisas y algunas palabras ensordecidas tras los barbijos.

Entramos con Aro a la escuela. Necesitamos un marcador. Él se detiene frente al extenso patio. Impacta. ¿Por deshabitado o por sus huellas? Le cuento de las milongas, mientras la escena del bullicio y la gente bailando se impone como sombra que flota entre mesas y bártulos arrojados por ahí, como si se hubiera salido corriendo en mitad de una fiesta. Se acerca a un piano, empieza a tocar.

En la calle, Caro agachada preparando el engrudo. Me encandilan las gotas de agua que caen desde cierta altura y el movimiento enérgico con el que revuelve. Rodri, a cierta distancia con su cámara. ¿Cómo lo ves?, le pregunto mientras pegamos la imagen de la langosta muerta de risa dueña de un aula desértica.

Aro estira una cinta sobre el angosto umbral de una de las ventanas de la escuela. Pinta cautelosamente dos franjas rojas. Embadurnamos los afiches, sostenemos unx de una punta, otrx de otra y se huele la cercanía clandestina. Qué lindo es estar en la calle, dice bajito, sin levantar la vista, como sin querer.

Aquí hay algo, escribimos en la cinta que cruzaría cada afiche. Pasa una vecina, ¿cuándo vamos a volver? Pronto, le dice Caro. Mira sorprendida la imagen de la maestra acurrucada en el suelo envuelta en una madeja transparente que simula un mapa urbano. Siempre hay que hacer algo agrega la señora, no como esta chica sentada cabizbaja sin nada que hacer.

Cruzo a comprar agua. Me pregunto cuántas comprar. Ya no podemos compartir la botella. Sólo la botella.

Lo pesco a Rodri haciendo parsimoniosos movimientos de Tai Chi detrás del trípode que sostiene la cámara.

Tomo el cepillo y le doy con fuerza en la pared. El “calor” le va ganando a la fría debilidad de los días anteriores.

Aquí hay algo; en el aula copada por un anfibio, en la imagen de la desvencijada silla mirando hacia el boquete de la pared, en ese cuerpo de la maestra atrapada en una telaraña. Aquí hay algo; entre el blanco y el negro de las fotos, en los fantasmasque bailan la milonga. Aquí hay algo; en la áspera pared que rechaza la pegatina, en la otra más porosa que la recibe. Aquí hay algo; en la superposición azarosa entre palabras sobrevivientes, inscriptas en el muro e imágenes caprichosas. “Transformación” roza apenas a uno de los afiches. Aquí hay algo;en nosotrxs recortando, revolviendo, pegando, calculando distancias, colgando fibrones desde el enrejado. Tal vez alguien se tiente y escriba. Aquí hay algo; en los “intrusos” que se cuelan sin permiso en aulas despobladas, en esas imágenes vivas pegadas a las rejas oxidadas de escuelas de antaño. Aquí hay algoyno sabemos qué.

Con barbijos puestos y olvidados.